El club de la lucha


Chuck Palahniuk
Fotografía: Mel Magazine

Hoy me adentro en el mundo de El club de la lucha, de Chuck Palahniuk, cuya adaptación cinematográfica dirigió David Fincher. Es una obra valiente y muy singular, y su narrativa, siendo frenética, permanece al servicio exclusivo de la historia. 

Los fines de semana, en sótanos y aparcamientos, jóvenes oficinistas se quitan las camisas y pelean entre sí hasta la extenuación. Los lunes regresan a sus despachos con los ojos amoratados, algún diente menos y un sentimiento embriagador de omnipotencia. Estas reuniones clandestinas son parte del plan con el que Tyler Durden, proyeccionista, camarero y oscuro genio anárquico, aspira a vengarse de una sociedad enferma por el consumismo.

El club de la lucha es una metáfora amplia sobre la sociedad posmoderna, un lugar en el que reina la esquizofrenia, la autodestrucción, el luchar contra uno mismo por tener que adaptarse a un sistema establecido. El protagonista podrías ser tú o ese compañero que ves a diario, podría ser tu padre, o el dependiente del supermercado. Qué más da al fin y al cabo, todos son unos desgraciados. Tienen que levantarse cuando suena el despertador y caminar hasta el lugar de trabajo para pagar la hipoteca, las facturas, la comida, el colegio, el coche, el televisor y las vacaciones de fin de año. Y así hasta el fin de sus días. Y no han hecho nada por sus vidas. El vacío.

He aquí un extracto de la obra sobre lo que acabo de decir:

Hay un tipo  de mujeres y de hombres jóvenes y fuertes que quieren dar sus vidas por una causa. La publicidad hace que compren ropas y coches que no necesitan. Generaciones y generaciones han desempeñado trabajos que odiaban para poder comprar cosas que en realidad no necesitan. 

Hilarante. El éxito del Prozac resumido en un párrafo. Nos deprimimos porque en el fondo sabemos que somos patéticos, que todo aquello que estamos haciendo no es lo que queremos, pero lo tenemos que hacer porque alguien nos dijo que así se hacía, que así se afronta la vida, que si eres constante recibes ese premio que tanto mereces. Y bla, bla, bla.  Mentira. Es mentira y te das cuenta cuando ya es tarde. ¿Y qué haces? Culpabilizarte. 

La religión y el culto al sacrificio. Venga ya. Tú prueba. Aplica todo lo que te han enseñado y verás. Si no acabas encerrado en un hospital psiquiátrico darás las gracias por no tener un coeficiente intelectual alto. Permanecemos anclados, en un bucle que no tiene sentido, y así hasta que dejamos de respirar. Aliviamos el sufrimiento mediante una lucha interna, nos desdoblamos para golpear a esa persona que llevamos dentro y todo acaba realmente mal. Y cuidado, porque si osas alejarte de esa pauta preestablecida te acribillan, te conviertes en un marginado, te miran mal al pasar porque eres un apestado. 

De eso va El club de la lucha. La adaptación cinematográfica es más simbólica, menos profunda, y permanece al servicio de lo comercial. Es una obra fantástica, pero se queda atrás. Os invito a que leáis su semilla y a que sigáis reflexionando sobre lo dicho. Por suerte, todavía tenemos a nuestra disposición una literatura que se atreve a llevar a cabo una crítica social. 

Roser Ribas, 2019


Comentarios

Entradas populares