Cuatro por cuatro


Sara Mesa
Fotografía: Détour

 Hoy os recomiendo Cuatro por cuatro, de Sara Mesa, finalista del Premio Herralde de Novela. Os introduzco en la obra mediante los siguientes párrafos:

El contraste entre pieles es grato. Entre cuerpos o edades. El contraste es a veces grotesco, pero siempre resulta excitante.
A algunos les complace verlo así. La niña es delgada, flexible; el hombre fláccido y con varices. Cuarenta años de diferencia, quizá más.
Símbolos del poder: los pantalones bajados y arrugados sobre los zapatos, el puro en la mano, una señal de victoria al tiempo que la embiste.
La niña no recuerda otra cosa y prefiere aquello a la soledad.
Lo abraza cuando acaba, lo llama «papi».

He escogido la que quizá es la parte más sórdida de la novela, pero os aseguro que lo que de verdad la define es la sutilidad. Cuando se inicia la lectura, puede incluso parecer que se está leyendo un libro juvenil. Conforme uno avanza, se va topando con palabras o hechos que llaman la atención, que ponen en alerta a cualquier ávido lector. 

La escritora se sirve de dos puntos de vista para relatar y exponer la hipocresía y el cinismo de unos adultos aislados en la comodidad, a quienes se les da techo, comida, poder y seguridad. En una época convulsa, los protagonistas de esta obra tienen la aparente suerte de vivir en un colich, donde supuestamente se recibe la mejor educación del país. Los personajes se mueven en un entorno acotado aparentemente libre, como empleados, estudiantes o docentes. Las víctimas de este sistema son aquellos que no han decidido por sí mismos permanecer en el mismo: los niños que han llegado de la mano de unos padres que pretenden dar la impresión de que hacen todo cuanto está en sus manos, cuando en realidad lo que desean es mirar hacia otro lado. 

Os diré por qué es brillante esta novela. Qué tiene de especial. Es esa sutilidad. Lo que diferencia a aquellas películas en las que los hechos suceden en off, es decir, en este caso en la mente del lector, quien solo es testigo directo de las acciones y pensamientos del narrador, pero no de lo que realmente lo envuelve. El receptor tiene que indagar, intuir y concluir, por lo que la escritora aporta, en este sentido, una mayor tensión, un mundo imaginario que nace de la propia mente. Cuando os cuentan que un monstruo terrible viene a por vosotros pero obvian su aspecto físico, vuestra proyección es mucho peor. Es eso a lo que me refiero. Crear un espacio ligero para que el lector sienta más miedo. 

Sara Mesa crea un espacio en el que los adultos apartan la mirada ante lo inaceptable, moviéndose en una turbia existencia en la que no se ponen en duda las normas mientras las víctimas sean otras personas. La escritora consigue, al fin y al cabo, hacer una obra reflexiva sobre el egoísmo del ser humano, sobre un individualismo que cada vez se hace más patente en la sociedad actual, donde impera la codicia y el egocentrismo. 

Roser Ribas, 2018.

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