Desayuno en Tiffany's


Truman Capote
Fotografía: La Razón

Hoy os recomiendo Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote, publicada en 1958 por Random House y adaptada al cine en 1961 bajo la dirección de Blake Edwards. 

Considero que esta obra, más que una novela corta, es un extenso relato. No tengo en cuenta su número de páginas, sino su estructura y estilo narrativo, así como la forma de exponer la historia de los personajes principales, que avanzan por la vida sin aprender nada. Y menos quien considero el protagonista. En este sentido, todos se centran en Holly, cuando creo, sin duda, que el protagonista de esta historia es Paul, el escritor que narra en primera persona su pasado en ese apartamento de Manhattan. No hablo de la película, sino de la obra literaria. Y cabe decir que Paul, como personaje principal, es pésimo, pues no lucha por su objetivo, es un mero observador de la desgracia y se deja pisotear por la persona a la que ama. Quizá lo único que hizo Truman Capote, sin reconocerlo, fue una crítica sobre la sociedad aburguesada y el narcisismo de la misma en plena II Guerra Mundial, aunque en una entrevista aludiera al símbolo de todas aquellas muchachas que llegaban a Nueva York con la esperanza de cumplir un sueño. No olvidemos que la historia sucede entre otoño de 1943 y otoño de 1944. En dicha época convulsa, un escritor frustrado se traslada a un apartamento de Manhattan, en el que reside una joven atractiva que tiene una alarmante crisis de identidad, y que se prostituye, por qué no, para asumir los costes de una falsa vida adinerada.

No me extraña, pues, que la adaptación cinematográfica se sirva del potencial que tiene Holly y que convierta al escritor en un personaje que apuesta por su dignidad, que lucha por lo que desea haciendo frente a los problemas que conlleva. No obstante, no sería justo menospreciar el relato frente a la adaptación cinematográfica, pues ésta conserva la esencia de la obra literaria y no hubiera sido nada sin ella. La maravillosa lírica, el subtexto bajo la censura, la vida de quienes comparten carencias vitales y avanzan aferrándose a una idea errónea. Veamos ahora un fragmento que me fascina de la obra y que trasladaron, casi literalmente, al guion de la adaptación cinematográfica:

-No se enamore nunca de una criatura salvaje, Mr. Bell -le aconsejó Holly-. Ésa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo.

Se cree muy salvaje, la señorita Holly. Se aferra a esa insolente idea y jamás la suelta. Y como no es capaz de mirar más allá, no puede encontrar su lugar. Qué equivocada está. El escritor es testigo de ese desarraigo y víctima de su magnetismo, y se deja arrastrar, sin más, por ella y su aparente frialdad. O quizá decida apartarse finalmente creyendo que nunca aprenderá. 

Roser Ribas, 2018.

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