Sapiens


Yuval Noah Harari
Fotografía: Antonio Olmos

No me gusta la historia. No me gusta analizar la historia del ser humano, en general. Me deprime lo absurdos que hemos sido y podemos llegar a ser. Quizá depende del punto de vista. Quizá algunos consideren lo contrario. En mi opinión, somos seres destinados a la autodestrucción. Hoy os recomiendo una obra que expone de forma imparcial y amena la historia de nuestra especie: Sapiens. De animales a dioses, de Yuval Noah Harari. 

Hace 100.000 años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra. Hoy solo queda una, la nuestra: Homo sapiens. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros recolectores se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones o en los derechos humanos; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? ¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo? ¿Y cómo será el mundo en los milenios venideros? 

La vida no tiene sentido alguno y nos cuesta aceptarlo. Menos sentido tiene cuando lo individual prevalece sobre lo colectivo y la religión, sea cual sea, se desvanece debido al amplio conocimiento científico. Y la felicidad, cuya definición es subjetiva, no es sino algo objetivo determinado por la genética. Nos guste o no, somos el resultado de un complejo organismo que acata las normas impuestas, que apenas cuestiona la realidad a la que se enfrenta. 

Alternativamente, los cazadores pudieron haber capturado y adoptado un cordero, engordarlo durante los meses de abundancia y sacrificarlo en la estación de escasez. En algún momento empezaron a tener un número mayor de dichos corderos. Algunos de ellos alcanzaron la pubertad y comenzaron a procrear. Los corderos más agresivos e indóciles fueron los primeros en ser sacrificados. A los corderos más sumisos y atractivos se les permitía vivir más y procrear. El resultado fue un rebaño de ovejas domesticadas y sumisas. 

En mi opinión, la historia de la humanidad se puede resumir en el párrafo anterior, aunque el autor no haya tenido cierta intención. Lo aceptemos o no, nuestros deseos, opiniones, creencias, impulsos, etc., se ven influenciados por un imaginativo que como tal, es intangible e irreal. Cuando se es consciente de lo dicho, no hay identidad que valga y, por tanto, más vale que se fabriquen dosis suficientes de Prozac.

La especie ha evolucionado, el capitalismo ha triunfado y a los esclavos ya no es necesario darles con el látigo para que hagan lo necesario. Creen firmemente en su libertad de movimiento y pensamiento, y cooperan entre ellos aun siendo unos desgraciados. La verdad es que nuestra especie se merece un aplauso, pues es posible que de otra forma no exista el avance. La contradicción es necesaria, aunque nos pese tanto y las estadísticas lo demuestren.  

En el año 2000, las guerras causaron la muerte de 310.000 individuos, y el crimen violento mató a otros 520.000. Esas 830.000 víctimas supusieron solo el 1,5% de los 56 millones de personas que murieron en 2000. Ese año, 1.260.000 personas murieron en accidente de automóvil  y 815.000 personas se suicidaron. 

Quizá creemos que nos estamos convirtiendo en una especie de dioses, pero lo más probable es que no estemos todavía preparados para ello. Los avances científicos y tecnológicos son beneficiosos para el ser humano, o más contraproducentes si cabe.  

El libro que recomiendo hoy es un debate. Es una lectura incómoda que todo Homo Sapiens debería tener en cuenta aunque le pese. O no. Puede que sea mejor experimentar la vida siendo un ignorante en cuanto a lo que trasciende. 

Roser Ribas, 2019.

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