Las vírgenes suicidas


Jeffrey Eugenides
Fotografía: Basso Cannarsa / Agence Opale / Alamy

En motivo de su cincuenta aniversario, la editorial Anagrama ha publicado 50 compactos imprescindibles, una serie especial con ilustraciones encargadas para la ocasión. Yo ya me he hecho con unos cuantos, porque están muy bien editados y tienen un precio al acceso de todos. Esta semana os recomiendo Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides.

¿Quién no ha construido en su mente una morada propia a la americana? Me refiero a esas urbanizaciones cuadriculadas y efímeras tan típicas en ese continente lejano que tantos admiran, donde las amplias cocinas dan vida a un sinfín de eventos climáticos que alimentan el sentido existencial.

Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor, atraídos por esa casa de densa femineidad enclaustrada –la madre era una católica ferviente y moralista que no dejaba que sus hijas salieran con chicos; el padre, profesor de matemáticas dócil y benévolo, aceptaba las muy estrictas normas de su mujer–, y las primeras muertes no hicieron sino ahondar el misterio y el espesor del deseo. Los Lisbon se encerraron cada vez más en sí mismos y en el interior de la casa, y los jóvenes los espiaban desde las ventanas del vecindario, trataban de comunicarse con las hermanas pidiéndoles canciones por teléfono, contribuían al intrincado tejido de rumores, a la creación de mitologías. Veinte años después, aquellos mismos adolescentes, ya en la frontera de la mediana edad, intentan desentrañar el enigma de aquellas lolitas muertas que siguen fascinándolos.


Mimetizados ya en el entorno de esta obra, cabe decir que ser un adolescente no es agradable, sino cruel, sobre todo si tus padres son unos obsesos de la seguridad vinculada a tu buen hacer. La adolescencia es una etapa de descubrimiento y debe ser tratada con cautela. Está más que demostrado que la sobreprotección desencadena graves problemas de adaptación en la adultez, por lo que aun siendo uno de los temas principales en esta novela, lo dejaré presente y haré un punto y aparte.

Esta obra, más que una reflexión vinculada a la educación de los hijos, es una metáfora sobre el imperio de lo efímero, donde el capitalismo, siendo paradójico, vence y destruye, nos hace inmunes y débiles a partes iguales y, por si fuera poco, acelera el crecimiento demográfico y acaba con las leyes de la naturaleza.

El escritor nos muestra cierto triunfo, y lo hace sirviéndose de la frivolidad que lo define. Nos presenta a ese grupo de hermanas que, aun viviendo como Dios lo desea, acaban suicidándose porque no les queda otra. La historia la narra uno de los testigos involucrados en la misma, uno de los tantos que no hicieron nada por salvarlas. O, visto desde una perspectiva diversa, un joven que no era tan egoísta y, por tanto, no acabó enterrado como ellas. Pero si lo tienes todo ya hecho, si lo único que debes hacer es contemplar el tiempo tumbado en el sofá, ¿qué te queda ya por hacer? Si tus padres te facilitan lo básico y te prohiben satisfacer tus necesidades primarias, ¿cómo respondes cuando la hipocresía de la sociedad es norma y aplicación contraria?

El escritor, además, se sirve de una serie de simbolismos para completar el mensaje. Los árboles se mueren y, en vez de intentar salvarlos, los funcionarios de los parques acaban con su vida a golpe de sierra. El lago tiene un hedor nauseabundo y, en vez de limpiarlo, celebran una fiesta de disfraces con máscaras de oxígeno. Todo lo que sea apartar la vista es bienvenido.

Quizá recuerdes la película de Sofia Coppola. Puede que la vieras y te pareciera extraña, pero no puede ser más fiel a la novela, incluso enriquecedora al objeto de reflexionar sobre el abismo que acontece en una sociedad en la que ya todo son apariencias. Adaptado por la misma directora, el film nos muestra los hechos desde el mismo punto de vista, sin desechar ese toque de comedia negra que tiene la obra literaria. Las hermanas Lisbon son tal y como te las imaginabas y el vecindario es una copia exacta de lo que habías proyectado al leer la novela. 


Me ha encantado completar la lectura con la película, pues aunque la misma es muy conocida, yo no le había dado oportunidad alguna. Apartando los prejuicios y adentrándote más allá de la superficialidad de la obra, entiendes sus elaboradas intenciones. 

En mi opinión, sí se trata de una de las novelas imprescindibles del siglo XX y merece sin duda ese hueco dentro de los 50 compactos que Anagrama ha editado. 

Roser Ribas, 2019.

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